Es una época geológica de la Tierra, la segunda del período Paleógeno en la Era Cenozoica. Comprende el tiempo entre el final del Paleoceno (hace 55,8 ± 0,2 millones de años) y el principio del Oligoceno (hace 33,9 ± 0,1 millones de años).
Durante esta época se formaron algunas de las cordilleras más significativas del mundo, como los Alpes o el Himalaya, y acontecieron varios cambios climáticos importantes: el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, que aumentó la temperatura del planeta y delimita el inicio de esta época geológica; y el evento Azolla, un enfriamiento global que daría paso a las primeras glaciaciones. La extinción masiva Grande Coupure marca el fin del Eoceno.
Las aves predominaban sobre los demás seres, y los primeros cetáceos comenzaron su desarrollo. Además, la especie de serpiente más grande que ha existido data del Eoceno, y se produjo una gran expansión y diversificación de las hormigas. La Antártida comenzó la época rodeada de bosques tropicales, y lo finalizó con la aparición de los primeros casquetes polares. Existen multitud de yacimientos paleontológicos en diversos lugares del mundo que confirman estos hechos, como el sitio fosilífero de Messel, en Alemania, o la Formación Green River, en Norteamérica.
Subdivisiones de la época eocene
El Eoceno se suele subdividir informalmente en Eoceno inferior (Ypresiense), Eoceno medio (Lutetiano y Bartoniense), y Eoceno superior (Priaboniense). Es menos frecuente subdividirlo en inferior y superior únicamente. En este caso, el Lutetiano pasaría a formar parte del Eoceno inferior, mientras que el Bartoniano haría lo propio en el Eoceno superior.
Ypresiense
comenzó hace 55,8 ± 0,2 millones de años, coincidiendo con el inicio del máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, un período de calentamiento global rápido e intenso que provocó la extinción de numerosos foraminíferos bentónicos, y que está asociado con un episodio de gran evolución de los mamíferos. En las series estratigráficas, su inicio queda marcado por una variación del isótopo 13C, ya que aumentaron los niveles de CO2 y la relación del isótopo 13C con respecto a 12C disminuyó. El final de esta edad está señalado por un gran desarrollo de los foraminíferos planctónicos y por la aparición del género Hantkenina. Finalizó hace 48,6 ± 0,2 millones de años, y debe su nombre a la localidad de Ypres, en Bélgica.
Luteciano
comenzó hace 48,6 ± 0,2 millones de años. Se trata de una edad con abundantes invertebrados marinos (moluscos, corales, erizos de mar) y que se caracteriza por su riqueza en mares epicontinentales sometidos a las influencias continentales. Estratigráficamente, su inicio queda marcado por el desarrollo de los foraminíferos planctónicos y por la aparición del género Hantkenina. Finaliza coincidiendo con la casi-extinción del cocolitóforo Reticulofenestra reticulata, hace unos 40,4 ± 0,2 millones de años, y debe su nombre al antiguo nombre romano de la ciudad de París: Lutetia Parisiorum.
Bartoniense
comenzó 40,4 ± 0,2 millones de años atrás. Karl Mayer-Eymar le puso nombre, y definió los límites en el año 1857 a partir de sedimentos arcillosos del sur de Inglaterra ricos en fósiles. Estratigráficamente, su inicio queda marcado por la casi-extinción del cocolitóforo Reticulofenestra reticulata. Finalizó hace 37,2 ± 0,2 millones de años, marcado por la primera aparición del cocolitóforo Chiasmolithus oamaruensis. Su nombre proviene de la localidad de Barton-on-Sea, en Inglaterra.
Priaboniense
Comenzó hace 37,2 ± 0,1 millones de años. Se trata de la última edad del Eoceno, donde tuvo lugar la Grande Coupure, un episodio de extinciones masivas y cambios faunísticos acusados. Estratigráficamente, su inicio queda marcado por la primera aparición del cocolitóforo Chiasmolithus oamaruensis. Finalizó hace 33,9 ± 0,1 millones de años, quedando marcado por los foraminíferos planctónicos y la extinción del género Hantkenina. Su nombre proviene de la localidad de Priabona, en Italia.
El clima en el eoceno
El clima global del Eoceno fue, probablemente, el más homogéneo del Cenozoico; el gradiente térmico del ecuador a los polos era entonces la mitad que en la actualidad, y las corrientes oceánicas profundas eran excepcionalmente cálidas. Las regiones polares eran mucho más cálidas que hoy en día, con temperaturas similares al actual noroeste de los Estados Unidos. Los bosques templados llegaban hasta los mismos polos, mientras que los climas tropicales lluviosos llegaban hasta los 45° de latitud norte. La diferencia más elevada se encontraba en las latitudes templadas, aunque el clima de los trópicos era similar al de nuestros tiempos. Al estar unidos al inicio del Eoceno el continente australiano y la Antártida en una sola masa terrestre, las corrientes oceánicas frías y cálidas se mezclaban, manteniendo una temperatura oceánica homogénea.
Desde el principio de esta época, la temperatura aumentó, en uno de los calentamientos globales más rápidos (en términos geológicos) y extremos que se han registrado en la historia geológica, denominado máximo térmico del Paleoceno-Eoceno. Fue un episodio de calentamiento rápido e intenso (de hasta 7 °C en latitudes altas) que duró menos de cien mil años. El máximo térmico provocó una extinción masiva, por lo que la
fauna del Eoceno y del Paleoceno son muy diferentes.
Fauna
Aves: Por primera vez en la historia de la Tierra, las aves predominaban sobre todos los demás seres. Las aves predadoras gigantes, como es el caso del Gastornis, anteriormente conocido como Diatryma, se alimentaban de mamíferos como el Propalaeotherium, en Europa y América del Norte, mientras que los Phorusrhacidae, conocidos como las "aves del terror", se convertirían en los superpredadores por excelencia de América del Sur.
Mamíferos: El acontecimiento más importante en la evolución de los mamíferos durante el Eoceno fue, probablemente, la evolución de los cetáceos. Después de que sus antepasados abandonaran la vida acuática 300 millones de años atrás, un grupo de mamíferos relacionado con los artiodáctilos primitivos consiguió efectuar la transición de un medio terrestre a un medio acuático.
Los primeros cetáceos completamente marinos aparecieron hace unos cuarenta y cinco millones de años. Los Basilosauridae, que incluyen géneros como el Basilosaurus o el Dorudon, tenían una anatomía muy similar a la de las ballenas actuales. Aun así, su cerebro se encontraba menos desarrollado y no tenían el melón típico de los odontocetos. Las primeras ballenas dentadas no aparecerían hasta casi finalizado el Eoceno.
Los ungulados también continuaron evolucionando durante el Eoceno. Los artiodáctilos aparecieron a principios de esta época, hace cincuenta y cuatro millones de años, y a finales del Eoceno ya se habían diversificado en los tres subórdenes actuales: Tylopoda (camellos), Suinae (cerdos), y Ruminantia (ovejas, cabras, y vacas). La gran expansión de los Perissodactyla, que los desplazaron hacia hábitats menos prósperos, y la aparición de hierba en el Eoceno, condicionaron el desarrollo del particular aparato digestivo que poseen los artiodáctilos y que más adelante les ayudaría a desbancar a los Perissodactyla como los herbívoros dominantes.
Los carnívoros dominantes durante el Eoceno fueron los creodontos. Los carnívoros suelen tener dos dientes carnasiales, uno molar y otro premolar, pero en cambio, los dientes carnisales de los creodontos eran ambos molares. Los creodontos incluyen algunos de los mamíferos predadores terrestres de mayor tamaño que han existido, como el Andrewsarchus, que llegaba a medir tres metros y medio de longitud, casi dos metros de altura, y pesaba 250 kg. Aun así, su gran tamaño no le bastó para imponerse a largo plazo, pues fueron superados por otros carnívoros y terminaron por extinguirse en el Mioceno. Su extinción se debió a una serie de factores, en primer lugar, su articulación lumbosacra no se encontraba suficientemente evolucionada para correr como el resto de carnívoros, y, además, su condición de plantígrado les hacía menos eficientes a la hora de correr. En segundo lugar, los creodontes tenían una dentición diferente que les hacía carnívoros obligados, es decir, estaban restringidos a comer solamente carne, mientras que los miácidos y la mayoría de carnívoros de la época todavía poseían dientes adaptados para masticar otro tipo de alimentos. El último creodonte que aparece en el registro fósil, el Dissopsalis, se extinguió hace ocho millones de años.
Peces: Durante el Eoceno, los tiburones lamniformes (o tiburones rayados) sufrieron una gran diversificación. El tiburón duende es uno de tantos ejemplos de tiburones que aparecieron durante esta época. Una de las especies más destacables fue el Otodus obliquus, un tiburón aparecido en el Paleoceno, que podía alcanzar los nueve metros de longitud y se alimentaba de mamíferos marinos, peces, y otros tiburones. Muchos paleontólogos creen que el O. obliquus es un antepasado del género Charcharocles, y, por lo tanto, que mantiene una estrecha relación con el mayor tiburón depredador que ha existido, el Carcharodon megalodon. Otros, sin embargo, relacionan al O. obliquus con el gran tiburón blanco, aunque el número de paleontólogos que lo creen va disminuyendo, pues cada vez existen más evidencias de su relación con el megalodon.
Reptiles: Una de las especies de serpientes más grande que se conoce vivió durante el Eoceno. Gigantophis garstini podría haber superado los diez metros de longitud, mientras que las serpientes actuales más grandes, las anacondas, rondan los siete metros de largo. Esta serpiente, que habitó el planeta hace cuarenta millones de años en la zona del actual Egipto, se alimentaba probablemente de proboscídeos basales, los antecesores de los actuales elefantes. Otra serpiente de grandes dimensiones que vivió durante esta época fue Palaeophis, una serpiente marina. Al principio, se calculó que su longitud oscilaba entre los treinta y cuarenta metros, una cifra tremendamente elevada para una serpiente, pero estimaciones más recientes arrojan longitudes aproximadas de nueve metros.
Flora: A principios del Eoceno, las altas temperaturas calentaron los océanos y crearon un ambiente húmedo y caluroso, donde se podían encontrar bosques que se extendían de polo a polo. Excepto las regiones desérticas más secas y extremas, la Tierra se encontraba completamente cubierta de bosques.
Los bosques polares gozaban de una gran extensión. Se han hallado fósiles e incluso restos preservados de árboles, como las cupresáceas o el género Metasequoia, en la Isla de Ellesmere, situada en el ártico canadiense. Los restos preservados que se han encontrado no se tratan de fósiles, sino de fragmentos originales que se conservaron en aguas pobres en oxígeno en los bosques pantanosos del Eoceno y que después fueron enterrados antes de que se iniciara su descomposición. También se han encontrado fósiles de árboles subtropicales e incluso tropicales del Eoceno en lugares como Groenlandia o Alaska. Las junglas llegaban hasta latitudes tan septentrionales como el noroeste de los Estados Unidos y Europa.
El enfriamiento comenzó a mediados de la época. A finales del Eoceno el interior de los continentes ya había comenzado a desecarse, y en algunas zonas los bosques comenzaban a reducirse considerablemente. La hierba, que acababa de aparecer, se encontraba confinada en las riberas de los ríos y todavía no se había extendido por las sabanas y llanuras.
El enfriamiento terrestre fue acompañado por cambios estacionales. Los árboles caducifolios, que estaban más adaptados a los grandes cambios de temperatura, comenzaron a imponerse sobre las especies perennes tropicales. A finales del Eoceno, los bosques caducifolios cubrían ya vastas regiones en los continentes septentrionales, incluyendo América del Norte, Eurasia, y el Ártico, mientras que las junglas solamente lograron resistir en América del Sur, India, y Australia.
La Antártida, que comenzó el Eoceno envuelta en bosques templados-subtropicales, se enfrió significativamente a medida que pasaba el tiempo. La flora tropical de temperaturas altas desapareció, y a principios del Oligoceno, el continente antártico ya albergaba bosques caducifolios y grandes regiones de tundra.
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