Un grupo de científicos
ha descubierto en la isla Vega en la península antártica unos fósiles
únicos: los restos más antiguos de una siringe, el aparato de fonación
de las aves. El hallazgo arroja luz sobre la evolución de las
vocalizaciones y cantos de las aves desde el final del Cretácico.
El estudio, publicado
esta semana en Nature, revela que los restos pertenecían a la especie
Vegavis iaai, que vivió hace entre 66 y 68 millones de años en la
Antártida. Según los investigadores, liderados por Julia Clarke, de la
Universidad de Texas en Austin (EE UU), el trabajo confirma que este
órgano ya existía en tiempos de los dinosaurios.
El equipo examinó la
estructura tridimensional de la siringe a través de tomografía
computarizada de rayos X y la comparó con datos obtenidos con fósiles
más recientes y 12 pájaros modernos para así reconstruir la evolución de
este complejo órgano.
Teniendo en cuenta las
partes preservadas de la siringe y la posición de Vegavis en el árbol
filogenético, los resultados demuestran que este pájaro pudo producir
graznidos como los gansos u otros cantos más sencillos.
Ahora los científicos
tratan de entender por qué no se han encontrado otros fósiles como este
en los dinosaurios, que pudieron tener un órgano vocal presente en la
laringe –como lo tienen los cocodrilos modernos– a uno desarrollado en
lo más profundo del pecho como el de las aves.
La ausencia de este
órgano en el registro fósil de los dinosaurios sugiere que pudo ser
similar al de los cocodrilos y que muchos taxones no contaban con una
siringe. Según los autores, es posible que una siringe más compleja
fuera más bien una característica tardía que surgió con la evolución de
los pájaros, después de que se originase su capacidad de volar y
mejorara su respiración.
Fuente: medio ambiente
Fuente: medio ambiente
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